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-96- que no es necesario enumerar, aconsejan a casi todos los superiores de misiones y de Institutos religiosos a, hacerlo así, pero sería de desear que se diera una edu– cación más intensa y una más larga preparación a los jóvenes. También hoy, como en tiempo del gran Fran– cisco Xavier, la ocasión de pecar se presenta a cada hora. Los peligros de caer son muy grandes para un joven recién salido del Seminario o del Colegio y que por lo mismo no tiene experiencia de los hombres, ni práctica del mundo y que aunque se presente lleno de confianza, no es de aquella que toma su fuerza en Aquel, que lo manda, sino en la excesiva presunción de sí mismo, en la propia debilidad y tal vez también, en la obstinada voluntad de un capricho. Si es hermo– sa y admirable la hazaña de David, que, niño todavía, subyugaba a los leones y derribaba al gigante Goliat, bueno es también recordar el fracaso de aquellos jóve– nes que «sine consilio exeunt in proelíum. » A los veintitres años no se está todavía maduro para el apos– lolado y si puedes, oh joven aspirante, retardar tu sali– da hasta haber cumplido los treinta años, yo te aconse– jo que lo hagas y que no te apresures en hacer tus pre– parativos de viaje. No temas que te falte tiempo, ni trabajo en la viña del Señor. Hay en Asia 908 millo– nes de hombres casi en su mayoría paganos. En Afri– ca existen 138 millones en las mismas condiciones. El campo del apostolado es pues inmenso y la hora de partir llegará también para tí, si efectivamente estás llamado por Dios. Por otra parte ese tiempo de espera es también un tiempo precioso y puedes ejercitar desde ya tu vocación de apóstol haciendo mucho bien a los

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