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-80- toles de este temple son los que necesitan las misio– nes.» (Mons. Calza.) Así deseo que seas tú, oh joven aspirante, y por eso te ruego en.carecidamente que ahogues desde aho– ra los vanos propósitos que te puedan sugerir una lec– tura, una conversación a los impulsos de tu carácter demasiado imaginativo. No es bueno ni útil falsear a los ojos de la juven– tud la historia del apostolado católico, que de ordina– rio está hecha no de cosas maravillosas, sino de luchas, de sudores, de inmensas fatigas. Y aunque todos los años las Estadísticas y Boletines de Misiones presentan largas listas de números y cuentan pescas milagrosas, es necesario no olvidar en que aquellas cifras se han formado poco a poco, por el trabajo de muchos y casi con sangre, y que esas pescas estupendas han sido pre– cedidas, acompañadas y seguidas de larguísimas no– ches compuestas de meses y de años, durante los cua– les se oyó repetir muchas veces aquel grito del Prín– cipe de los Apóstoles: «Magister, nihil coepimus.» ¡Bienaventurado el misionero, cuya vocación no se. alimenta del prurito de hacer cosas grandes, sino del deseo de hacer siempre y en todas partes la voluntad de Dios! Yo le aseguro que en su vida contará muchas alegrías y muy pocos desengaños. 4. 0 Una hermosa plegaria.-He aquí ahora, oh aspirante a misionero, la hermosa plegaria de un após– tol, que te pido la recites con frec~encia para que no seas víctima de los falsos entusiasmos.
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