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-75- un tirano. Precipicios profundos, cumbres de montes inaccesibles, rios alborotados, llanuras interminables, la– gos azules y tranquilos, mares sin fin, selvas vírgenes donde acechan al misionero el rugido de las fieras y el veneno de las serpientes; todo esto y mucho más pasa .como cinta de cinematógrafo por la imaginación juvenil del aspirante a misiones, excitando en su cabeza más que sano entusiasmo un verdadero delirio. Y no se le ,ocurre pensar en las verdaderas y reales dificultades, que o no exiten para él, o las cree de tal naturaleza, que no influyen para nada en sus cálculos, y se lanza a ellas con la misma facilidad con que una piedra atra– viesa la atmósfera. El porvenir de los que asi piensan no es una nube, es una nebulosa. ¡Cuidado!, joven as– pirante, que una cosa son los sueños y otra muy distin– ta la realidad de las cosas. Fácil es desafiar de lejos las ,dificultades y afrontar las aventuras más peligrosas, pe– ro cuando te encuentres frente a frente en lucha con el hambre, la sed, el cansancio, el desaliento, el hastío, la soledad, las ingratitudes y groserías de los hombres, sentirás en carne propia la verdad que encerraban aque– llas palabras de Jesucristo: «Las zorras tienen sus cue– vas y los pájaros sus nidos, mas el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza» es decir, no tiene un .alojamiento seguro por la noche, ni un lugar de descan– so para el día; no tiene un rincón de tierra donde comer tranquilo su pedazo de pan, ni un pobre techado donde .defenderse de los rayos ardientes del sol o del frío insoportable del invierno... ; cuando el joven misionero experimente en sí mismo estas y otras alegrías y deli– cias, que forman parte de su verdadero programa, cono-
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