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-74- ira, tune et nos apparebimus cum ípso in gloría.» 3. ° Falso concepto de mísionero.-El sobre– dicho fenómeno, que constituye un estado morboso de la vocación misional nace casi siempre del exagerado concepto que se tiene del estado de misionero. En el •occidente cristiano las palabras «apostolado,» <<evan– gelización,» «misiones extranjeras,» suscitan inmediata– mente la visión de un Francisco Solano, tocando su vio– lín ante una multitud de indios, postrada al pie de un Crucifijo, o de un Francisco Xavier con roquete y estola levantando la cruz sobre una muchedumbre de infieles, dóciles y subyugados por la elocuencia del misionero y todos iluminados por rayos de luz, que simbolizan la gr-acia. Otros se imaginan al Apóstol, absorto en honda meditación, viviendo en el ayuno y la penitencia, rode– ado de sus hijos, por él regenerados para Jesucristo, dividiendo con ellos las alegrías y las tristezas, las fies– tas y los lutos, a la sombra de una choza, amado, ben– decido, respetado y obedecido por ellos, hasta que lle– ga el día en el que el hacha del tirano corta la cabeza y suben al cielo como bandada de palomas, adornados con la palma del martirio. Otros, en fin, piensan que el misionero es el movi– miento continuo, recorriendo el mundo como un viajan– te, unas veces en barca, otras a caballo, otras a pie: aquí en carro, allí en litera, más allá en trineo; hoy a la cabezera de un moribundo ayudándole a bien morir, mañana luchando contra las injusticias y crueldades de

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