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-70- soldado que vuela animoso al campo de batalla, que un capitán que se mete en su tienda con la excusa de completar sus estudios y hacer preparativos. 4. 0 El célebre P. Mateo Ricci y una anécdota. -He aquí al respecto una anécdota por demás persua– siva. El célebre jesuita Mateo Ricci había escrito un pequefio catecismo en chino, pero no se decidía nunca a darlo a la imprenta, de miedo a que no estuviese escri– to en un lenguaje lo bastante correcto y elegante. Uno de sus amigos le dijo cierto día: «Padre, en cierta oca– sión había en mi tierra un enfermo grave. Llamado el médico, dijo que le recetaría un medicamento eficací– simo, y así fué que vuelto el médico a su casa, tomó una pluma nueva y empezó a escribir la receta con mu– cho cuidado de letra y en una literatura elegantísima no sin tacharla y corregirla repetidas veces. Pero entre tanto se le murió el enfermo.» Comprendió el P. Ricci lo que con esto se le que– ría significar y dió inmediatamente a la imprenta su catecismo, que sustancialmente es el mismo que hoy se encuentra en la mayor parte de las familias cristianas de China. Sencillo en su forma pero que puede gloriar– se de haber contribuido de un modo eficaz a la con– versión de miles de idólatras. ¡Oh, mi joven aspirante a misiones!, la moraleja de esta anécdota se te puede aplicar también a tí.

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