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-66- los fundamentos sólidos del propio apostolado, sobre la tierra firme de una piedad profunda y una sincera enmienda. CAPITULO VI El segundo escrúpulo del Misionero. La excesiva perfección l. 0 Un gran error y un gran mal.-2.º Qué co– rresponde a Dios en el fenómeno de las con– versiones .-3. º Una regla de sana ascética cris– tiana.-4. º El célebre P. Mateo Ricci y una anécdota. l.º Un gran error y un gran m0l.-Puede suce– der que meditando alguno en la grandeza del apostolado católico se deje dominar por el desaliento y poniendo en peligro su vocación llegue a exclamar: «Yo soy indigno de ella.» Esto sería un error y un gran mal. Cuan– do Dios llama a un estado particular da también todas las gracias, que se necesitan para vivir en él con digni– dad. ¿Eran, por ventura, petiectos los Apóstoles, cuan– do Jesucristo los llamó, o lo fueron la mayor parte de los grandes misioneros desde el principio de su aposto– lado? El creer que un misionero debe, como Minerva, salir todo petiecto y armado, del embrión de su llama– miento, y que para el cumplimiento ordinario de la vida de parroquia o de convento se necesita mucho menos

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