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-65- misional y la que unida íntimamente a la piedad le han de hacer casi invulnerable, 4. 0 Un prejuicio dañoso.-Todos estamos con– vencidos de ello y no necesitaríamos insistir más si un prejuicio, más común de lo que a primera vista parE;;ce, no pretendiera pintarnos la vocación misional como el ideal de perfección y al aspirante a misionero como un hombre de virtud ya avanzada. Este concepto erróneo de la vocación, tiende a arruinarla desde su principio y si no nos ponemos en guardia contra él, al mismo tiempo que nos formaremos una idea falsa de nuestra propia importancia, haremos antipáticos y ridículos a los demás. Pues sería en.verdad ridículo en un aspirante a misiones soñar con la com– pleta destrucción de la idolatría, con las conversiones en masa, con virtud~s extraordinarias y acciones heroicas, mientras no!podemos tal vez sufrir media hora de me– ditación, sin que nos parezca eterna, y nos veamos ven– cidos por el sueño y las distracciones.; o si, mientras hablanJos de sufrimientos, de cadenas, de martirios su– fridos por amor de Jesucristo, no podemos sobrellevar en. silencio una palabrilla equívoca de un compañero o la corrección que nos hace un Superior, sin mostramos coléricos y perder la paz y con la paz, el apetito y el sueño de todo un día. ¡Oh! cuánto mejor sería si en vez de pensar en lo futuro, pensáramos en mejorar lo presente y en echar, desde jóvenes, que es cuando hay mayores entusias– mos para el bien y el cual no está todavía arraigado, 5
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