BCCCAP00000000000000000000185
-236- gría y lo miran y tratan después, con tanto respeto y veneración. Considera, pues, oh joven misionero, cuánta y cuan grande es la responsabilidad y la obligación que tienes de ser desde el principio irreprensible, sobrio, pruden– te, modesto, casto, hospitalario, no dado al vino, no violento ni avaro, sino buen gobernador de tu propia ca– sa, en fin, un hombre capaz de ganarte una reputación tal, que puedas decir como San Pablo: «Hermanos, imi– tadme a mí, como yo imito a Jesucristo.» Es bueno por lo tanto que el joven misionero se im– ponga, a sí mismo desde el principio, la obligación ri– gurosa de obstenerse de todo cuanto pueda presentar una apariencia de mal y de dejarse guiar dócilmente por la experiencia de los más antiguos. Encuéntranse a ve– ces en los paises de misión, cosas que entre nosotros podrían ser indiferentes y aun buenas, mientras que ailí son grandemente escandalosas y viceversa. Por ejemplo, en Africa, en Asia y en otras partes, puede el misione– ro fumar buen tabaco, salir de caza desde la mañana hasta la noche y ganarse con sus aventuras reputación de hombre valiente, arrojado y hasta temible; pero que no se le ocurra admitir en casa, aunque no sea sino co– mo criada a una mujer, porque eso sería cosa indecente y escandalosa y lo juzgarían como hombre sospechoso~ a pesar de todos los Decretos del Concilio de Trento en su favor. Aun ciertos gestos y palabras, que entre noso– tros no pasan de ser inocentes caricias, en muchas par– tes serían interpretados como incitaciones y áfentados al pudor.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz