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-233- ejercicio corporal y una noble satisfacción para el espí– ritu. También el misionero encuentra, como el Divino Maestro, buenas gentes en todas partes y mucho bien que hacer a lo largo del camino. Y si este camino no lo ha pisado antes que nosotros ningún apóstol, si el país a que nos dirigimos va a escuchar, por primera vez des– de que el mundo es mundo, las enseñanzas luminosas del Evangelio y los nombres santísimos de Jesús y de María, ¡oh! entonces el cansancio no se siente, ni exis– te; se avanza siempre corriendo y el corazón salta de alegría en el pecho, como el corazón de un conquista– dor. Me parece que si San Pablo amaba tanto el predi– car en lugares donde nadie le había precedido, era por la gran alegría que en ello experimentaba. El que rabia es Satanás, que ve su reino invadido y su trono en peli– gro. Procura pues tenerlo siempre alejado por medio de potente~ y fervorosos exorcismos y haz resonar por va– lles y montañas los nombres santísimos de Jesús, José y María. Así es como toma posesión de su reino un Apóstol de Jesucristo.

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