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-225- tal vez, de mala manera. En estas y otras parecidas -0casiones es necesario acordarse de las palabras de Je. sús: «El discípulo no ha de ser de mejor condición que el maestro.» También él sufrió el cansancio, durmió al cielo raso y experimentó el disgusto de ser despreciado y mal recibido. Ciertamente que el misionero joven no necesita que se le estimule en cuestión de viajes. Valiente como Ba– yardo, sale al campo ondeando su lema: «Sin miedo y y sin tacha» y mejor aun, repitiendo con aquel otro mi– sionero: «Pasar los mares, salvar un alma y morir.» Y en medio de las más peligrosas y mortificantes '.aventu– ras se le ve siempre sonriente, cual si estuviera acom– pañado del Angel del buen humor, mientras le dejan completamente indiferentes los elegantes vagones y ca– marotes de nuestros ferro-carriles y translánticos, los automóviles y aun los mismos aeroplanos. Esto en ver– dad honra grandemente al misionero católico. Sin embargo, quiero advertirte, oh hermano, que también aquí el entusiasmo juvenil, si no está bien diri– gido y guiado, puede ser causa de 'grave daño, hacien– do que se agoten antes de tiempo energías muy precio– sas. La experiencia ha demostrado, que quien empieza la vida misional desafiando imprudentemente todas las fatigas, peligros y esfuerzos, termina después por no encontrar nunca en sus viajes, comodidades suficientes. Y a fin de impedir en tí tan extraño fenómeno quiero darte aquí algunos consejos. 15
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