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-216- tualmente apenas la propia conciencia u otros nos ad– viertan de 1 que presentamos algunos de los síntomas de dicha enfermedad. He aquí los remedios más indicados: meditación diaria e inviolable, visitas frecuentes aJesús Sacramen– tado, activa diligencia para conseguir el recogimiento en la oración, mortificación rigurosa de todos los senti– dos del cuerpo; esfuerzos redoblados cuando sintamos que nos invade el frio espiritual, que es el principio del relajamiento, hacernos violencia contra el sueño, el has– tío, el cansancio, que muchas veces son producidos por el demonio; dar nuestro mejor tiempo a la oración, sea obligatoria o voluntaria y sobre todo una devocion pro– funda y sincera el Sagrado Corazón, a la SSma. Virgen y a San José. ¡Oh, joven misionero! mucho trabajo y mucho es– fuerzo se necesita para mantenerse siempre fervoroso y ágil de espíritu como en los primeros días del apos– tolado, pero todos esos esfuerzos y esos trabajos no lle– gan nunca a ser tantos y tan amargos, como los que tie– ne que sufrir en el cumplimiento de sus obligaciones el misionero relajado. Es el caso de repetir aquí, tal vez con más exactitud, to que S. Juan Crisóstomo decía de la vida cristiana en general. Gran peso «si signis sis, si remissus,- at si supradicta perfeceris, leve erit onus.» 3. La ociosidad.-En cuanto a la ociosidad, no ha sido nunca ni será jamás, el vicio capital del misio-

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