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-215- y con el mismo Jesús, en vez de aumentar nuestra fe y nuestro amor, los disminuyen hasta tal punto, que ne– cesitamos de continuos esfuerzos para reavivarlos. Muchas son las señales por las cuales se manifies– ta la relajación, pero todas llevan el sello común de ta tibieza en el servicio de :rnos. DistraccionesZcontfnuas en la oración; pereza y casi repugnancia en la adminis– tración de los Sacramentos; la lámpara del Santísimo sucia y descuidada; la sacristía sin orden; abandono de los cristianos en su formación espiritual; horror a todo lo que hace sufrir; costumbre de recitar el¡Oficio divino en horas intempestivas; abandono de la oración mental, del examen cuotidiano de conciencia, de la visita a Je– sús Sacramentado; conversaciones inútiles y largas con las criaturas; dar poca importancia a las culpas veniales, abuso del tabaco, del vino, de los recreos y divérsio– nes, etc. etc. Por otra parte, es táctica del demonio inocular po– co a poco el veneno del relajamiento en el alma y llegar así a acumular dosis fuertísimas sin que nos demos cuen– ta. Las personas fervorosas y experimentadas, que nos ven y nos observan, tiemblan por nosotros, mientras no– sotros vi vimos tranquilos, creyéndonos, si no santos, al menos lo suficientemente devotos y culpando al dema– siado trabajo de la vida misional, o bien al clima o a la falta de un buen Director, el desarreglo espiritual que padecemos. Es dificil, por no decir imposible, hacer el diagnós– tico completo de un relajado, y aunque consiguiéramos hacerlo, no sacaríamos gran utilidad de ello. Lo único necesario es, oh hermano, que nos fortifiquemos espiri-
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