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-212- CAPITULO XXV Los enemigos del misionero. 1. 0 La lucha contra el demonio. -2. 0 Las tres ar– mas del enemigo: la relajación.-3. 0 La ociosi– dad.-4. º-La excesiva actividad.-5. ° Cuán– do ayuda la actividad al misionero. 1. 0 La lacha contra el demonio.-Todos losan– tiguos misioneros están acordes en afirmar que en la vida apostólica abundan los peligos de toda clase; peli– gros de alma y de cuerpo. Refiriéndonos a los primeros, ya que después de todo son los más temibles, debemos decir que el misionero se encuentra frente a ellos en las mismas circunstancias en que se encuentra un mé– dico, que se ve obligado a visitar y curar enfermos con– tagiosos: es decir, que estamos eri continuo contacto con los terribles microbios del paganismo, de la here– gía, de la indiferencia, de la libertad propia, del exceso de ocupaciones exteriores, y sobre todo en contacto forzoso con un mundo ignorante, inmoral y superticio– so. Añade a todo esto la lucha implacable que el demo– nio mueve, más que a ningún otro, al misionero, pues contra el misionero se arroja el ángel rebelde con toda su rabia de desesperado y con todas sus artes y astu– cias, en las cuales es maestro y de las cuales usa por permitírselo así el Señor en sus inexcrutables designios.

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