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-202- hablar, aquel «sí» y «no» tan indecisos y velados, co– sas todas que entre nosotros significarían mentira, en– gaño, fingimiento, encuentran su origen y su explica– ción adecuada, en la corrupción general de los caracte– res, en la legislación imperfecta y en la aplicación ar– bitraria que se hace de las mismas leyes. Por lo tanto, el nuevo misionero, en vez de escandalizarse y hacer de ello tema para sus sátiras y burlas, debe estudiar con seriedad y compadecer esos defectos, no dándoles más valor que el que tienen, y ver por comparación en esa misma abyección pagana, la influencia benéfica del cristianismo, que ha sabido levantar a tan alto grado de civilización a los pueblos, que tuvieron la dicha de re– cibirlo, mejorando y perfeccionando la naturaleza hu– mana, allí donde sus enseñanzas y su moral han podido penetrar en las leyes y las costumbres, como en nues– tros días perfecciona y mejora el carácter moral de los catecúmenos y neófitos de nuestras misiones.» (Becker) 4. 0 Lo que hacían nuestros antiguos mtsta– neros.-¡Oh, qué nobles y dignos de admiración son aquellos antiguos y santos misioneros, que después de haber recorrido tantos paises y haber observado las costumbres de tantos pueblos, al narrar sus correrías apostólicas, se olvidan de todo lo que vieron de ridícu– lo y de extraño, y si, para mantener la verdad histórica de sus relatos, necesitan hablar de ello, lo hacen de un modo tan delicado y prudente, que no dan motivo de
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