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-200- indulgente, pues es mucho más fácil, que tú te adaptes a ellos, que no pretender que ellos se adapten a tí. No te hagas, por lo tanto, ilusiones. Las ideas son como los clavos, cuanto más se les pega, más se me– ten. Todos los pueblos tienen sus costumbres y sus tra– diciones ancestrales, que conservan con tanta más te– nacidad cuanto más se las contraría y se trabaja por hacerlas desaparecer. Antes cambiarías el curso de un río, que conseguir olviden lo que siempre vieron hacer a sus antepasados, Así, pues, alaba todo lo que no es censurable, pe– ro no censures todo lo que no sea laudable. Si no te dejas vencer por prejuicios, siempre encontrarás algo bueno en las gentes con quienes vives. Haz en ellas lo. que hacen los que buscan oro en las arenas de los ríos: toman el oro y dejan la arena. 3.º Consejos al nuevo misionero, que escribe. -Sobre todo te aconsejo muy de veras, que en las car– tas y apuntes que escribas, mortifiques la inclinación demasiado común de reirte a espaldas de los otros. De– ja esa vanidad ridícula a los turistas y escritores profa– nos, pues de lo contrario, sería preferible que rompie– ras la pluma o que no supieras escribir. Un misionero, que esté bien educado, más que materia de burla y de risa, encontrará en las costumbres y vida cívica de los pueblos que evangeliza, mucho que admirar o al menos, mucho que compadecer y dispensar. Es necesario re– cordar que estamos en países paganos y no en Europa,

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