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-194- entre ellos las palabras equívocas, ni tos apodos inju– riosos, ni las maldiciones ofensivas a que tan inclinados son los pueblos primitivos. Aparte de esto, apenas consigas hacerte entender de ellos, reúnelos de vez en cuando para darles algunas cortas conferencias edificantes, explícales el catecismo, sé, en una palabra, un hombre lleno de celo en todo lo que mira al servicio de Dios y lleno de caridad en lo que mira a tus hermanos. Si tus familiares se dan cuenta de que por encima de todas tus miras está Dios y su hon– ra, fácilmente se avendrán a ser fieles, puntuales y obe– dientes a su misionero; se aficionarán al orden y a la economía en las cosas de la casa; la diligencia y la exac– titud ocuparán el lugar de la pereza y la desidia, y sin necesidad de amenazas, ni aguijones andará todo bien en la misión y tú estarás satisfecho de ellos y ellos de tí. Entonces, a las sospechas que atormentan el espíritu, sucederá el amor mútuo y las pequefías faltas que co– meten y los pequeños disgustos, que te dan, tal vez sin quererlo y sin saberlo, serán pronto olvidados con la generosidad de tu amor paternal.
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