BCCCAP00000000000000000000185

-189- 2. 0 El amor a los sirvientes.-Pero si el amor y los buenos modales te harán querido y apreciado de tus familiares, un afecto demasiado vivo hacia cualquier persona produciría grandes tempestades en tu casa y en tu corazón. ¡Oh, pobre corazón el nuestro, tan sen– sible al odio y al amor, tan propenso a extralimitarse en uno y otro hasta llegar al pecado! Y también ¡pobre mi– sionero si por casualidad y tal vez sin darse cuenta, en– cuentra en su corazón algo que gusta y que molesta al mismo tiempo; algo que es dulce al paladar y pesado al vientre, como el libro que el Angel dió a San Juan para que lo comiera! Y este fenómeno puede por desgracia realizarse muy fácilmente. si no tenemos una gran vir– tud y una rigurosa vigilancia sobre nosotros mismos. Los eclesiásticos y religiosos somos naturalmente expansivos y hasta algo ingenuos. La misma educación que hemos recibido nos inclina a amar al que nos ama, a apreciar y agradecer las atenciones y delicadezas, que se tienen con nosotros, a recompensar con una son– risa o una caricia toda buena acción que se nos hace. Las personas que nos rodean son casi siempre jóvenes, con frecuencia simpáticas y algunas veces hasta exce– sivamente pegajosas y amaneradas. Todo esto es un terreno muy apropiado para que aparezca la simpatía natural, honesta o al menos justificable al principio; pe– ro poco a poco crece el afecto, se estrecha la unión de almas y corazones, que repercute en la carne y enton– ces es cuando la pasión peligrosa empieza a formar su capullo. Es inútil, oh hermano, que pases horas enteras en la capilla esforzándote en persuadirte a ti mismo que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz