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-188- bajo, pero muy listas para recibir el salario; andarás contínuamente excitándolas al cumplimiento de sus de– beres y muchas veces tendrás que hacer por tí mismo lo que mandaste hacer a los otros o corregir sus erro– res después que lo han hecho. Todo esto y mucho más tendrás que sufrir de los tuyos, sean criados o cate– quistas, maestros de escuela o encargados de bautizar, propagandistas o directores de alguna cristiandad ... Pues bien, acuérdate entonces, oh joven misionero, del Divino Maestro, e imita la caridad, la benignidad, la paciencia que El tuvo con sus rudos discípulos. Es admirable cómo Jesús se adaptaba a sus cos– tumbres, cómo soportaba sus defectos. Cuanto más de– licado y sensible es uno, tanto más hacen sufrir las fal– tas de delicadeza de los otros y Jesús lo era muchísimo. Y sin embargo, cuando no se trataba directamente de la gloria de su Eterno Padre y cuando no se imponía la corrección, ya para bien de ellos, ya para enseñanza nuestra, supo callar y soportarlo todo. Después al trans· ferir a Pedro su divina autoridad no le dijo: «Sí me amas... pega» sino «si me amas, apacienta mi rebaño.» Y es admirable y conmovedor al mismo tiempo el pa– ternal amor que San Pedro tenía a los hijos, que había engendrado por la fe para Jesucristo. «Omnia vincit amor.» Ama, pues, y serás amado. El gran apóstol San Fraucisco Xavier moría en San– cian abandonado de todos sus compatriotas: el único que Je permaneció fiel y le consoló en los dolores y an– gustias de su agonía fué un criado chino.
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