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-123- vocación: «Si se os quiere hacer máb · doctos e instrui– dos-decía Mons. Le Roy a sus aspirantes-es para haceros más misioneros.» Estas palabras encierran todo un programa, que quisiéramos meditaran bien todos los Directores de Ins– titutos misionales. Un programa de estudios así conce– bido, tendría, entre otras muchas, la ventaja de disipar los prejuicios que existen al respecto y que matan en flor muchas vocaciones. Se cree, con harta más fre– cuencia de lo que pensamos, que ir a misiones equiva– le a dar un ¡adiós! definitivo al estudio, a los libros, a nuestras inclinaciones, a nuestt os trabajos preferidos, a abandonar en una palabra todo lo que constituye nues– tro patrimonio intelectual adquirido a costa de tantos sacrificios y fatigas, durante años enteros. Recuerdo de un joven, que por otra parte era muy virtuoso y de muy buena índole, el cual no podía resig– narse ante el pensamiento de tener que abandonar sus estudios predilectos, por ir a misiones entre gente inci– vilizada. Es necesario predicar bien alto a estos jóve– nes, que eso no es verdad, que eso no pasa de ser un prejuicio. El que nos ha mandado abandonar los padres, la patria, las riquezas y posesiones, no nos prohibe et que amemos la ciencia, el arte y por lo tanto podemos llevar con nosotros, aún a tierras lejanas, esas nobles y santas aspiraciones, sin que por eso perdamos el honor de vivir en su compañía. Y si en las misiones no tene– mos las facilidades y los recursos que tienen los que se quedan, tendremos en cambio la ventaja de encontrar un campo apenas explotado y en el que, aún los inge– nios mediocres, pueden hacer algo útil e interesante. .,

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