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-121- to de decirles que nada de bueno tienen sus doctrinas y que todo cuanto hacen es abominable y mentira, se encontraría poco a poco aislado en su casa e incapaci– tado para hacer el menor bien, si no es que llegaban a devolverle a la cara insulto tan injusto y atrevido. Por esto son maestros admirables los apologetas cristianos de los primeros siglos y el misionero católico hará muy bien en imitarlos. 3. 0 Unas palabras muy bien escritas.-Dada la importancia indiscutible del asunto que estamos tra– tando y en vista de las inestimables ventajas que resultarían a nuestras misiones de una buena formación científica de los futuros misioneros, me ha parecido oportuno resumir en este lugar un artículo muy bien pensado aparecido en la célebre revista «Estudios». «Es necesario-dice el autor de dicho artículo– desarrollar en los aspirantes a misioneros la afición a los estudios y prácticas de métodos técnicos, sin los cua– les su trabajo no rendirá el fruto que debiera y que to– dos tenemos derecho a esperar. Estamos asistiendo a un desarrollo verdaderamente admirable del intercam– bio que podríamos llamar científico-apostólico y en el cual nuestros misioneros están considerados como ele– mentos privilegiados de gran valor. No se crea sin em– bargo que esto es algo nuevo para nosotros, pues no es sino volver a la antigua tradición misionera de aquellos tiempos en que los misioneros nos describían con gran copia de detalles las costumbres, las ciencias, el arte, Jaireligión de los pueblos que evangelizaban. Los mi-

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