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-118- lidad para facilitar el ejercicio del apostolado, como las lenguas más conocidas, (1) la etnografía, la etnología y especialmente el estudio de las religiones llamadas uni– versales y de la mitología de los pueblos, que se evan– gelizan. En estos últimos tiempos han aparecido libros uti– lísimos sobre las creencias más extendidas, como el Bu– dismo, el Taoismo, el Confucianismo, el Bramanismo, el Fetichismo, el Islamismo, etc., libros que el aspiran– te a misionero puede llevar consigo, en vez de novelas, narraciones, poemas y demás literatura si no inútil, po– co provechosa. Pues aunque no siempre pueda hacer catecúmenos entre esa clase de creyentes, podrá al me– nos poner de manifiesto su error, deshaciendo prejui– cios y preparando el camino a la verdad. Creer que el solo título de misionero apostólico, o la narración de los largos viajes, que se han hecho, la fama de la na– ción a que se pertenece, bastan para convertir a los infieles, sería una ilusión tan pueril, como la del que se creyese más alto que los otros, porque camina sobre (1) Nunca se recomendará bastante a los misioneros de Oriente el estudio de la lengua inglesa. Inglaterra y América del Norte han invadido el mundo y apenas hay un rincón de la tierra donde no se encuentre algún individuo de lengua inglesa. En Oriente se enseña el inglés en todas las escuelas; el inglés se habla en los ferrocarriles, en los barcos, en las oficinas públicas, en los bancos. Por eso el propio ministerio y el prestigio de 11 ues• tro nombre exigen el conocimiento de dicha lengua y los Direc• tares de instituciones misionales harán obra útil y meritoria po• niendo el inglés como materia obligatoria en los programas de es• tudio. Algo menos importancia tiene la lengua francesa, pero no es decoroso para un misionero ignorarla por completo, ya que las mejores obras sobre misiones y las Revistas católicas más acre– ditadas están redactadas en dicha lengua.

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