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-107- mano paternal y en medio de ellos te encontrarás mu– cho más contento, que lo que hubieras estado en tu con– vento o entre las comodidades de una parroquia. «No recuerdo-decía San Francisco Xavier-ha– ber gozado de tantos consuelos espirituales, ni de ha– ber sentido menos los sufrimientos del cuerpo, como en las Molucas, donde siempre estuve rodeado de enemi– gos y de amigos poco seguros, sin remedios contra las enfermedades, sin nada, en una palabra, de lo que sir– ve para proteger la vida. ¡Oh, sea bendito Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y de toda consolación, que nos consuela en todas nues– tras tribulaciones y cuanto más participamos en noso– tros de los sufrimientos de Cristo, más hace- abundar; por medio de Cristo, nuestro consuelo!» Así hablan los verdaderos apóstoles. ¡Oh! No son ciertamente las grandes caminatas, ni la falta de un lecho cómodo, ni los alimentos mal preparados, ni la insalubridad del clima, los que abaten y desmoralizan al misionero; sino el tedio de 1a vida, las luchas con los hombres, las tentaciones, las pruebas que Dios manda o permite y contra las cuales no bas– ta, ni un lecho delicado, ni un clima salubre, ni todos los remedios juntos de la farmacopea :moderna. Y ¿quién es capaz1de impedir, que aún en el jardín del con– vento o en el huerto de la parroquia nos encontremos cuando menos pensamos con alguna planta de ajen– jo? Tal vez entonces empezaremos a envidiar ,al misio– nero. El Profeta Jonás ciertamente que hubiera sufrido mucho menos obedeciendo al Señor, que huyendo de cumplir su voluntad, y ¡cuántos Jonás podrían encon-

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