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164 es menester,aislarla, esperamos en el Señor no vernos precisados á cumplirlo; pero si tan triste caso llegara,lo "que Dios no permita, cumpliríamos también esos deberes nada gratos, echando mano de la justicia cuando se hubiere agotado la misericordia; y ya que tan largamente hemos tratado de las obligaciones del buen Pastor, justo es decir algo también sobre las obligaciones de sus ovejas. El primer deber de éstas es reconocer á su Pastor í'&gnoscunt me mece. El prelado sea quien fuere es-representante de la autoridad de Dios, y por no reconocerlo así, han sufrido muchas veces perturbación las familias religiosas y se han suscitado en ellas bandos y disensiones, que han pro­ ducido la perdición de los individuos y la ruina de las corporaciones, porque la Verdad Eterna no dijo en vano que todo reino entre sí dividido sería desolado y sus casas caerían desplomadas for­ mando monfcaáts de escombros, y ruinas. Para alejar tal desgracia de nuestra amada provincia, mire cada comunidad y cada religioso ásu nuevo prelado como representante de Dios; téngale el respeto y consideración que se le debe, sabiendo que aquí no obedecemos al hombre sino á Dios, y que cuanto menos vale el homWe á quien por amor de Dios nos sometemos, tanto más meritoria es la obediencia y á Dios más agradable. . ' ' La segunda obligación de la grey es oir con docilidad la voz de su pastor. Oves vocem ejm audiunt. Lo cual quiex-e decir que reciban con sumisión sus mandatos, con gratitud sus consejos, con modestia sus advertencias,; acatando sus disposiciones sin criticarlas, sin quejarse ni murmurar) porque esas quejas y murmuraciones ya de palabra ya por escrito, son la peste de la Religión, pes­ te que precisa estirpar á todo trance aunque sea privando al murmurador del trato y conversación ' con los demás, cual si fuera manzana podrida pronta á corromper á las que se pongan en contacto con ella; y esperarnos de la bondad de Dios y de la prudencia de los religiosos que durante nuestra Prelacia no tendremos que tomar semejante medida. Otro deber en los súbditos es seguir con fidelidad á sus pastores: oves illum sequuntur. Seguir sus consejos y amonestaciones, secundar sus planes, ayudarle en sus empresas y hacerle •menos pe- . sada la carga da la Prelacia, ¡Oh cuán al revói/lo hacen algunos! Todo se les vuelve pensar y ma­ quinar para poner dificultades á los superiores, anular sus trabajos, desbaratar sus planes y malo­ grar sus empresas por santas y religiosas que sean. ¡Ay del que así se porta! porque en su porte hay algo de maléfico, destructor y satánico que tiende á perturbar la maravillosa harmonía que puso Dios en todas las cosas visibles ó invisibles,especialmente en la Religión,cuyo constitutivo es el sa­ crificio de la voluntad por medio déla obediencia santa. Esta virtud es la que constituye y dá ser al i’eligioso, da tal manera que en faltándole la obediencia, solo le queda de religioso el hábito y el nombre. Esta virtud es por decirlo así, la.sávia que dá vida al árbol de la Religión, de tal suerte, que hasta donde llega la savia de la obediencia, hasta allí y no más llega la vida y el verdor del árbol religioso. En un árbol, la rama que no participa de la savia de su tronco, fdeja de fructificar y sécase .sin remedio; y en la Religión apenas se aparta uno de la obediencia deja de fructificar para el cielo, queda seco, muerto y no vive la vida religiosa,porque no participa de la sávia que co­ rre por las venas de este árbol bendito. Por eso repetimos que el religioso sin obediencia no tiene de religioso más que el hábito y el nombre, como la rama seca de un árbol no tiene,, más que el título, pues en realidad es leña seca para el fuego. Quiera Dios, VV . PP. y Hermanos, que estas sencillas reflexiones escritas á la ligera en medio de la agitación producida por la multitud de negocios y atenciones que trae consigo nuestro nue­ vo cargo, haga á todos los religiosos de nuestra querida provincia, amantes de la obediencia santa, enemigos de la murmuración y amigos de la observancia, para que empecemos una era de paz y prosperidad en la que seamos espectáculo agradable á Dios, á los ángeles y á los hombres, como lo fueron nuestros antiguos Padres. Para conseguir esta paz mandamos que no se hable jamás de divisiones y desavenencias en­ tre nuestros religiosos andaluces y valencianos; que cesen los antagonismos y diverjencias entre unos y otros; que ni de palabra ni por escrito S 6 diga ó haga cosa que tiendaá resfriar la caridad y

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