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8 9 94. Dueños, pues, ya del convento, empezamos en seguida las obras de repara­ ción, en las que mucho me ayudó el pueblo, y duraron ellas más de tres meses, es­ tando yo todo este tiempo al frente de las obras. Quiero consignar, para honor del pueblo, que mientras duraron las obras no consintieron que nosotros hiciéramos co­ mida, y cada día se encargaba una casa de mandárnosla al convento. Cuando estuvo ya en condiciones el convento, se instaló canónicamente la Comunidad, y para la toma de posesión vinieron dicho día 7 el Rvdmo. Padre Provincial, con los Padres Pedro de Usún y León de Ubago y el Hermano Fray Roque de la Nava del Rey, quienes quedaban conmigo al frente de las obras. El entusiasmo del pueblo en este día fue grandísimo. [ ...] CAPITULO XIV: DURA PRUEBA PARA LAS TERCIARIAS CAPUCHINAS [...] 97. A estas pruebas y tribulaciones siguió para mí otra no menor. El Rvdmo. Padre Provincial Joaquín de Llevaneras juzgando, sin duda, ser mejor para las Religiosas el que él mismo las dirigiese, y sin decirme a mí nada (quizá por temor de disgustarme), debió darles alguna disposición o aviso de que se entendieran sólo con el; y aconteció que al ir yo un día a Montiel para dar alguna orden a las Religiosas, se mostraron las Superiores no sólo reacias, sino hasta desobedientes, sin decirme la causa. Pensé yo entonces que pudiera ser esto efecto de la oposición que las religiosas antiguas (que eran las que gobernaban) tenían por todo lo que no se refiere al con­ vento de Montiel, y en vista de hecho tan grave (a mi juicio), participé al Prelado, Cardenal Monescillo, lo que ocurría, y éste me dio la orden severísima de quitar el há­ bito a las que se resistiesen a obedecer. Temí ejecutar tan radical medida, que pu­ diera haber traído funestas consecuencias; y, juzgando más acertadamente, pensé que la actitud de las Religiosas pudiera obedecer quizá a disposiciones del provincial, y creí más prudente el retraerme en lo sucesivo de su dirección; disposición que pude comprender que fue muy acertada, pues el Padre Provincial continuó rigiendo la Congregación muy a satisfacción suya, al parecer. Y no cabe duda de que el Padre Provincial debió entenderse en Palacio para que la jurisdicción sobre las Religiosas, que hasta entonces me habían confiado a mí, se confiriese al Superior Provincial, pues de otro modo éste no se hubiese entrometido en su dirección. Y me confirmó de esto la comisión que, estando yo en el convento de Orihuela, en el año, 1890, me dio el en­ tonces Provincial, Padre Fermín de Velilla, para que en su nombre, como Visitador de­ legado del Arzobispo, visitase yo a las Religiosas y proveyese a sus necesidades, ha­ ciendo los nombramientos que juzgase oportunos. [...] CAPITULO XX: TRES IMPORTANTES SUCESOS DE 1889 [...] 116. Por este tiempo también visitó los conventos de España el reverendí­ simo Padre General Bernardo de Andermatt, acompañado del Reverendísimo P. José Calasanz de Llevaneras. Y cuando vino a la Magdalena, fue también a ver a los Religiosos y Religiosas Terciarios en sus respectivas casas de la Cartuja [del Puig] y del Asilo de Masamagrell. Y con este motivo quiso el Padre Provincial Joaquín de Llevaneras que viese el Padre General el entusiasmo y organización de las Congregaciones de la Tercera Orden seglar, y me encargó que las convocase para el domingo inmediato (siendo esto viernes). No obstante el poco tiempo que había para poder avisarles, aún se reunieron varias Congregaciones y tanto número de Terciarios que parecía una verdadera peregrinación. Y de tal modo se entusiasmó el Padre General que, aunque en italiano, quiso dirigirles la palabra en lo alto de la "Montañeta", encargándoles que conservasen la fe y el entusiasmo religioso, exhorta­ ción que luego explicó en castellano el Padre Calasanz de Llevaneras. [...1

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