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Los Capuchinos en laPeninsula Ibérica XVI-XVIII la constituyen los Ceremoniales o manuales de cos­ tumbres, ya mencionados. Al principio eran fundamentalmen­ te directorios litúrgicos, que se publicaron primero en latín y luego en castellano. Después se fue añadiendo, como una se­ gunda parte y con miras principalmente a la formación de los jóvenes, el manual de “ loables costumbres” . Aun cuando la mayor parte de ellos vieron la luz en la época de la marcha hacia el observantismo, reflejan bastante fielmente lo que se practicaba por tradición. Por lo demás, hay una notable in­ terdependencia de usos y costumbres. Sirvió de pauta a todos la obra Disciplina religiosa de Mateo de Anguiano, escrita en 1677 por encargo de los superiores de Castilla, “ con la inten­ ción de reducir a estilo y número comprensible las muchas y religiosísimas observaciones de esta santa Provincia, para que todos, y especialmente los nuevos en la Religión, sepamos có­ mo las hemos de ejercitar prácticamente, de suerte que a Dios sea agradable nuestra devota uniformidad” (prólogo). La santa uniformidad, inculcada por las Constituciones, era en aquella época un valor de primer orden. a) El convento. 214. Los edificios se construían con arreglo a las Constitu­ ciones de la Orden; éstas determinaban que los “ lugares” no se tomaran ni demasiado cerca ni demasiado lejos de las po­ blaciones, como a una milla de distancia. El edificio debía ser pobre y sencillo, según un patrón general mantenido con bastante fidelidad, que permite hablar de un “ estilo capuchi­ no” : convento e iglesia formaban un cuadrado en torno a un típico patio con su claustro bajo y sencillo; tres de sus lados eran dedicados a vivienda de los religiosos y oficinas, y el cuar­ to, generalmente al lado norte, estaba formado por la iglesia conventual, que debía ser “pobre y devota” , coronada por una simple espadaña para la campana, la cual no debía pesar más de ciento cincuenta libras. Las mismas Constituciones señala­ ban la dimensión de las celdas, corredores, dependencias, puertas y ventanas. Todo debía predicar pobreza, humildad y desprecio del mundo. 136

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