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Los Capuchinos en la Península Ibérica de la Iglesia (1). Habría que esperar a los días del Vaticano II para caer en la cuenta de que no basta restaurar, sino que es preciso renovarse y adaptarse, es decir, dar un salto atrás, por encima de los siglos precedentes, para volver a las fuentes y, al mismo tiempo, situarse con valentía en el momento histó­ rico actual. Así los hizo San Francisco en el siglo XIII y así lo hicieron los capuchinos en el siglo XVI. Pero la centuria que ha seguido a la “ restauración” figu­ rará en la historia de la Orden como netamente positiva, así por la vitalidad interna, como por el rendimiento pastoral y por la expansión misionera. (1 ) Pero hu bo excep cion es. Unas O rdenaciones provinciales, dispuestas en 1877 por el P. Fidel de los A rcos, exclaustrado, para la provincia de Navarra “ al tiem p o de su feliz restauración” , en un intento, a lo que parece, de desligarse de la restauración unitaria prom ovida por los proceden tes de B ayona, ofrecen un programa m uy realis­ ta. Proclam a una vuelta sincera al Evangelio y a san F rancisco; se trata n o sólo de afianzar la observancia de la Regla y de las C onstituciones, sino tam bién de “ apro­ vechar lo m uch o y m uchísim o que hem os aprendido en una experiencia de 40 años de exclaustración, en orden al co n ocim ien to del m undo y a otras cosas, que n o nos enseñaron nuestros venerables m ayores, porque ni ellos las sabían ni tenían necesidad de saberlas, y el m undo de .entonces era m uy distinto del m undo de ahora” . A bogan por la in trod u cción de “ sanas y laudables reform as” , que abran los ánim os a la esperanza de tiem pos m ejores y respondan “ a las circunstancias de los tiem pos m od ern os” . Constan de siete cap ítu los de gran precisión y audacia, con ordenaciones muy exigentes, pero dinám icas y de gran sentido de actualidad; insisten sobre la unidad y eficacia en el gobiern o, la pobreza (vida com ú n sobre to d o ), la oración m ental, la m odernización de los estudios dando im portancia a las ciencias positivas, las relaciones con los seglares, finalm ente la actitud del religio­ so en un clim a de persecución. N o sabem os que este valioso esquem a de renovación hubiera m erecido la % atención de los que luego tom aron a su cargo la tarea de orientar la nueva ép oca de la O rden en España. El autor aspiraba a verlas aprobadas para su provincia por el C om isario A p o stó lico . (Ms. de 129 pp. en Arch. Prov. de Navarra. Exclaustrado) 134

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