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1“ CEN TEN ARIO DE LA RESTAURACIÓN D E L A PROV IN C IA C A PU CH IN A DE AN D ALU C ÍA ( 1 8 9 8 - 1 9 9 9 ) ofrece al visitante atento una gran variedad de aspectos indelebles, dejados en ella a lo largo de los siglos, por las diferentes culturas que le han dado forma. Cuando en el año 205 a. C., los romanos llegaron a España, ya existía Sevilla (que entonces se llamaba Hispalis). Era una ciudad cuyos orígenes se desconocen: quizá fundada por los iberos o los fenicios, habitada por los turdetanos descendientes de los antiguos tartesos y surcada después por romanos, cartagineses, vándalos, visigo­ dos, árabes... Sevilla es el escenario natural de nuestros biografiados, el paisaje que serviría de trasfondo real e histórico a la mayor parte de su vida y activi­ dad, ya por su trabajo bien por el ejercicio de gobierno o de su cargo. Corría el año de 1846, en octubre lajoven reina de España, Isabel II, cumpliría dieciséis años de edad. Hay que casar a lajoven reina. Los políticos de Madrid buscan en ello “razones de Estado”. Mientras que, a nivel nacional, crecen los problemas con un imperio colonial que se desmorona y se pierde, una absurda guerra civil... por los vericuetos de la corte de Madrid, crecen los bulos y corren los rumores y las intrigas que iban a tener un eco profundo en el futuro de Sevilla y que desembocaría en el casamiento de la hermana pequeña de la reina, la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, con D. Antonio, duque de Montpensier e hijo del rey de Francia Luis Felipe. El matrimonio se establece en París y, tras estallar la revolución, huiría con la familia real a Inglaterra, estableciéndose, finalmente, en España, en Sevilla, que quedaría convertida así en residencia real a orillas del Guadalquivir. La política nacional seguía revuelta. Se suceden una guerra en Africa y luego desde 1861, guerra en América y en Santo Domingo, la gober- nabilidad del país venía salpicada de un sin fin de relevos ministeria­ les. O’Donnell y Narváez habían conseguido polarizar la política espa­ ñola en dos direcciones opuestas, dándole así un movimiento pendu­ lar a las fuerzas del país. Pero, muertos ambos políticos, sobre el trono de Isabel II se ciernen tristes presagios. Los políticos conspiran, pro­ poniéndose destronar a la reina. Será un esfuerzo inútil, la revolución O

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