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1“ CENTENARIO DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA CAPUCHINA DE ANDALUCÍA (1898-1999) Después de tomar posesión el P. Félix de Granada del convento de Antequera, el P. Severo y el HBFr. Juan de Ocaña, corista, se encami­ naron a Granada, a mediados de mayo de 1614, donde visitaron al Sr. Arzobispo, Fr. Pedro González de Mendoza, observante, al que entre­ garon la carta comendaticia del Duque de Lerma y otras y le expusie­ ron el motivo de su visita. El Arzobispo los recibió con afabilidad y se mostró benévolo ante las peticiones de sus visitantes. El P. Severo se granjeó la amistad no sólo del Sr. Arzobispo, sino de un gran amigo suyo el M. R. P. Juan Ramírez, Provincial de la Provincia de la Obser­ vancia de Granada. Después el P. Severo continuó sus diligencias, como fundador, visitan­ do y entregando cartas de recomendación para algunos Caballeros particulares, visitando luego a los caballeros Veinticuatro el martes 10 de junio de 1614, día en que el Ayuntamiento celebraba Cabildo, entregando el P. Severo la Real Cédula por la que se nos concedía facultad para fundar en Granada, así como la carta del Duque de Lerma. El Cabildo, dada la vida ejemplar de los Capuchinos y los frutos de su predicación, accedió a la petición, autorizando a los pa­ dres buscar sitio para la fundación. Los capuchinos fueron muy bien recibidos en la ciudad, siendo trata­ dos con veneración y afecto. Muchos caballeros se distinguieron en ayudarles, destacando el P. Juan Ramírez, Provincial de los Observan­ tes, interesándose sobre este tema con el Sr. Arzobispo y con otras muchas personas principales de la ciudad. Intentó aventajar a todos el Sr. Campomanes, ofreciéndose a edificar el convento, dándonos también el sitio. Tenía este caballero un car­ men sobre el Darro en el lugar conocido como “Hornos de Campo- manes”, camino del Sacro Monte e invitó al P. Severo a tomar posesión del sitio y comenzar a levantar el convento. El P. Severo consideró que aquel sitio era demasiado bajo y que los religiosos estarían allí expues­ tos a los asaltos de los transeúntes, no se atrevió a admitir tal oferta, aunque sí aceptó el que los religiosos se hospedaran en su casa hasta que tuvieran un sitio donde vivir. O

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