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CA PU CH INO S DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA mente, como sacado a empujones de la escena de la vida. Parece que se fue sin avisar, sin decir, siquiera adiós. ¡Con lo fino y delicado que fue toda su vida el P. Juan de Ardales! Su vida fue toda ella una fidelidad inquebrantable a su vocación reli­ giosa y una total consagración a Dios. Años de entrega al servicio del Señor. Como siervo bueno y fiel, hizo crecer y multiplicar los tesoros de gracia y naturaleza recibidos del Cielo. El P. Juan Bta. estuvo dota­ do de cualidades humanas excepcionales, ya, desde joven, descolló en la Orden Capuchina, poniendo con cariño todo su esfuerzo e inteli­ gencia en favor de nuestra Provincia Bética, en los críticos momentos en que ésta daba sus primeros pasos de restauración e independencia, tras dividirse, en 1898, la Provincia toledana en dos, la de Valencia y la de Andalucía. Abrazado al crucifijo y a una imagen de la Divina Pastora se despidió de este mundo el P. Ardales cuando contaba 76 años de edad. Un hombre singular, ministro de Dios que fue testigo del mundo sobre­ natural para tantas personas como le trataron, que de activo hombre de gobierno se transformó en eremita para esconderse más en Dios. Con el P. Juan Bta. pasó a la eternidad parte de nuestra historia. Se hace necesario recoger su herencia y ser sus continuadores en la devoción y propagación del culto a la Divina Pastora ydel Beato Diego José de Cádiz, su primer propagandista y apóstol.

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