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rón en vida, aun fueron en mayor número los que se refieren después de su muerte, en toda clase de enfermedades, sobre todo restituyendo a muchas personas la vista o el habla que habían perdido, librando del peligro de la muerte a otros que estaban desahuciados de los médicos, así como de diversas enfermedades, apareciéndose a ellos. Finalmente, refiérese, con todo lujo de detalles, que por in­ tercesión de este gran siervo de Dios, fueron resucitados a la vida dos niños, de los cuales el uno nació muerto, y el otro murió luego de haber nacido, a los que sus padres pusieron el nombre de Ignacio, para perpetuo recuerdo del milagro. A pesar de afirmar el P. Llevaneras (Cardenal Vives), que hacía cincuenta años se trabajaba con empeño en promover la causa de beatificación de este santo varón, esta es la hora en que no sabemos el curso que ha seguido el proceso, ni las causas a que ha obedecido su paralización. Es muy sensible, que tratándose de una vida tan portentosa por sus virtudes y milagros como cualquiera de los santos y beatos Capuchinos elevados al honor de los altares en estos líltimos tiempos, no haya sido coronada por el éxito su causa de beatificación. ¡Ocultos juicios de Dios! — 53 —

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