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otro lugar, para defender a los religiosos Misioneros de las calumnias de sus émulos, y cuando después de obtenido el triunfo en la corte de Madrid, se disponía a regresar a la Mi­ sión, se le ofreció el P. Carabantes para ir en su compañía a dicha Misión. La expedición compuesta de seis Misioneros es­ taba lista para embarcarse a fines del año 1656; pero sólo pu­ dieron hacerlo nuestro biografiado y los Padres Tauste y Frías, por las razones en otro lugar apuntadas. En la biografía del P. Magallón hicimos notar cómo no les fué posible a estos Misioneros consagrarse desde el pri­ mer momento como era su deseo y el fin de su Misión, a la conversión de los indios, a causa de la guerra que éstos sos­ tenían con los españoles, por lo cual, para no estar ociosos, lle­ vados del celo por la salvación de las almas, determinaron dar Misiones en las ciudades y pueblos de españoles, distinguién­ dose en esto nuestro P. Carabantes. “La primera ciudad, dice el P. Lodares, que recibió los be­ néficos influjos del P. Carabantes fué la de Cumaná.” Fué tan grande el fruto, que la ciudad parecía una Nínive de peniten­ cia. De Cumaná pasó nuestro Misionero con sus compañeros a las otras villas y pueblos de la provincia, que tenían harta necesidad de Misiones, debido a la escasez de clero y falta de instrucción religiosa; por otra parte la mezcla de los españo­ les y criollos con los negros importados de Africa y de los in­ dios de la región, fué motivo de que unos y otros, olvidados de toda ley se entregaran a una vida licenciosa. Fué tan eficaz la palabra del Apóstol Carabantes, recomendada por una vida ejemplar y austera, que no había corazón por obstinado que fuera, que pudiera resistir al influjo de la gracia; y lo mlismo los del pueblo de Barcelona, que los de Cumanacoa, Cariaco y Cumanagotos, todos se rindieron a la predicación del Mi­ sionero. Al tener noticia la ciudad de Caracas de la prodigiosa pre­ dicación de nuestro Apóstol, el clero y fieles de dicha ciudad le suplicaron pasase a predicar mía Misión en aquella enton­ ces capital de la colonia. Comenzó la Misión en la Catedral, y es imponderable el fruto que se recogió, pues no quedaron — 336 —

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