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P. IGNACIO DE BÁGUENA Fué el P. Ignacio, religioso ejempJarísuno y adornado de todas las virtudes, obediente en extremo, caritativo con todos y en especial con los pobres, a quienes consolaba en su des­ gracia y les servía y consolaba con entrañable afecto. Fué extremado en la pobreza, por cuyo amor se ceñía en todas Jas cosas permitidas por la regla al uso más estrecho. Era hombre de mucha oración y tan devoto del Santísi­ mo Sacramento, que nunca pasaba por delante de alguna puerta que tuviera correspondencia con la iglesia, sin arrodi­ llarse y hace:' un acto de adoración al Señor prisionero por nues- tr'o amor en el Tabernáculo. Su pureza de alma era muy grande y ésta le inducía a prepararse para la Misa con una preparación prolija y muy especial, celebrándola con edificante devoción; fué también puntualísimo en la asistencia al coro y exacto ob­ servador y cumplidor de todas las costumbres y ceremonias de la religión, tanto en el coro como en la vida conventual. Adquirió una extraordinaria ecuanimidad en todas las cosas y en los acontecimientos de la vida, notándosele una santa indiferencia tanto en las cosas prósperas como en las adver­ sas. Para decirlo de una vez, fué en todo ejemplar. Tuvo noticia del tiempo de su muerte, pues hallándose en el convento del noviciado, al tiempo de recibir el santo hábito un novicio llamado Fr. Antonio, le dijo: “Adiós, Antonio, que ya no nos volveremos a ver más, pues antes que profeses le llegará la noticia de mi muerte.” Sucedió como la había anun­ ciado, pues antes de la profesión del novicio, murió en el — 189 -

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