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taron las cosechas, las frutas y las legumbres, no dejando nada intacto. Estando próximo el día en que debía celebrarse el Capítulo de la provincia de Aragón, se suscitó entre un grupo de re­ ligiosos sobre quién de los vocales del mismo sería elegido Provincial. Como suele acontecer en estos casos, no era uná­ nime el parecer de ellos, sino que mientras unos indicaban que parecía segura la elección del P. N., otros en cambio ase­ guraban que sería electo el P. Z. Guando disputaban sobre esto, uno de ellos dirigiéndose a Fray Sebastián que estaba silencioso, le preguntó: “¿Cuál de éstos dos Padres le parece que será elegido Provincial?” “Ninguno de los dos, contestó rotunda y categóricamente, sino que ha de ser elegido Provin­ cial el P. José de Rubielos.” Fué tan verdadera esta predicción que, procediéndose a la elección de Provincial, todos los votos de los vocales fueron para el mencionado Padre Rubielos. También pr'edijo con un año de anticipación, que en el Convento de Capuchinos de Cogullada (Zaragoza), había de ocurrir una grande y deplorable calamidad y por desgracia, quedó bien comprobada su predicción. En el tiempo indicado, todos los religiosos de la Comunidad, que solía ser muy nu­ merosa, por ser el convento de más importancia de la provin­ cia, enfermaron de tal gravedad, que solamente se salvaron cinco, muriendo todos los demás. Fué indecible el espanto que se apoderó de los supervivientes ante tan horrorosa catástrofe. Al fin, después de una vida santa y admirable por sus buenas obras, pagó como todos los mortales el debido tributo a la muerte el año 1689, en el convento de Zaragoza y rico de virtudes y méritos, subió al cielo a recibir el premio de la gloria. - - 152 —

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