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Estaba adornado de gran ingenuidad y candor de alma, que dejaba entrever los más íntimos sentimientos de su co­ razón, habiéndole cabido en suerte una buena índole y una verdadera sencillez columbina que tanto recomendó Jesucris­ to a sus discípulos; más unió a esta simplicitud la que el Se­ ñor quiere que sea su compañera inseparable, esto es, una gran prudencia directiva de todas sus obras, en virtud de lo cual, nunca hizo u omitió hacer cosa alguna que fuese o pu­ diera parecer o juzgarse menos decorosa u honesta. Esta virtud, juntamente con otras, le elevó a los cargos de Guardián y de Definidor Provincial, los cuales ejerció por espacio de muchos años. Siendo Guardián era acérrimo de­ fensor de la observancia regular, sin dejar de corregir nin­ guna falta o transgresión de la regla y de los estatutos de la Orden, en cualquiera que las cometiera; pero de manera que, por muchas que fueran las faltas cometidas por sus súbdi­ tos, nunca se exaltó su celo e ira, la cual estuvo siempre mo­ derada por la caridad, administrando la justicia con igualdad de ánimo. Por esta razón su gobierno en las Comunidades no pecó ni por exceso de rigor ni tampoco por exceso de blan­ dura y condescendencia, siendo sus correcciones de mucho fruto y provecho espiritual para los religiosos. Nunca celebraba la santa Misa sin que le precediera la oración, y cuanto mayor era la festividad del día, tanto era más prolongado el tiempo que empleaba en este santo ejer­ cicio y coloquios con Dios Nuestro Señor, como preparación para el santo sacrificio. Debido a esto celebraba con tanta de­ voción estos sagrados ministerios, que parecía absorto en su meditación, porque el saibor de la dulcedumbre divina le arre­ bataba fuera de los sentidos. Con tan gran incendio de amor de Dios estaba abrasado su corazón, que fué visto muchas veces por los religiosos con el rostro radiante de esplendor celestial. Este sagrado fuego de amor de Dios, tomaba mayo­ res proporciones e incremento después de la celebración de la Misa, mientras se ocupaba largo rato en dar gracias a Dios. Entonces era cuando era arrebatado en éxtasis y su rostro aparecía como un globo de fuego, semejando más un serafín — 132 —

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