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Lamentable es, sin duela, la desaparición de esta provincial capuchina, así como la de otras muchas de la Orden que tu­ vieron lugar a últimos del siglo XVIII y principios del XIX,. motivada por la revolución política y religiosa operada en el continente europeo. Pero aun sería más sensible y lamentable si, a su desaparición real como institución jurídica indepen­ diente dentro de la Orden, sobreviniese o se juntase su desapa­ rición en el campo de la Historia-, siendo como es la Historia y llamándose con razón “Maestra de la vida”. A remediar, pues, en lo posible y en lo que mis escasos re­ cursos lo permitan, y a evitar tamaña desgracia, va dirigido este trabajo, el cual, por necesidad, ha de resultar deficiente, ya por la desaparición de documentos y ya también por carecer de la libertad necesaria para recorrer archivos, cosa tan nece­ saria en quien ha de realizar esta clase de trabajos. Por la razón apuntada, no tenemos la pretensión de escribir una historia completa de la provincia de Aragón, pero sí al menos queremos y podemos dar una idea, siquiera sea> somera, de su origen, desarrollo, espíritu de los religiosos más aventa­ jados e ilustres de la misma, muchos de ellos ignorados hasta ahora entre nosotros, y de los trabajos realizados por los mismos en los diferentes órdenes propios de la vida religiosa y capu­ china. Como hace muchos años acariciábamos este proyecto, casi sin esperanza de poderlo realizar por cargos y ocupaciones que reclamaban toda nuestra atención a cosas y asuntos muy dife­ rentes, y casi incompatibles con este trabajo, fuimos aprove­ chando todas las ocasiones que se nos ofrecían en los múltiples viajes que como Provincial tuvimos que hacer por España y por el extranjero, para ir buscando, reuniendo y acumulando todos los materiales necesarios para dar cima a este trabajo. Y únicamente a esta labor lenta y constante en reunir mate­ riales y documentos años atrás, y al sosiego y tranquilidad re­ lativos que disfrutamos al presente, se debe el que nos haya­ mos decidido a acometer tan ardua emvresa. No es, ciertamente, cosa sencilla y fácil la que nos propo­ nemos, por ser muy poco lo que se halla de los principios de — 8 —

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