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82 P. ANTONIO DE ALCACER que se vmiesen con ellos, y esto haciéndoles señas y mostrándoles machetes y otras cosas. A lo cual respon– dieron los Motilones con las flechas, embistiendo a los chinatas, que se defendieron e hicieron retirar a los Motilones" (L.c.). Si por casualidad algún motilón cae muerto en com– bate, es arrastrado por sus compañeros, para impedir que caiga en manos de sus enemigos o quizá para evi– tar afrentas y humillaciones . Así lo atestiguaba dicha costumbre Pedro Villés, allá por el año de 1768, vecino de San Faustino de los Ríos, al narrar el asalto de que fueron objeto don Calixto de Lara y otros particulares vecinos de Cúcuta . Al intentar éstos defenderse con sus armas, "mataron a tres indios, que vieron caer y luego los resquicios de la sangre, porque estos bárbaros nunca dexan sus muertos donde puedan ser reconocidos , y antes bien, tanto que unos lo cargan, otros hacen mayor resistencia y más viva la guerra" ( 41). Por su parte los motilones, si causan alguna muerte entre sus enemigos, le cortan la cabeza a la víctima y también otras partes del cuerpo, como la mano derecha o los órganos genitales. Antiguamente, no solo hacían blanco de sus flechas a los trabajadores de las haciendas o a los despreveni– dos navegantes, sino también a los caballos y mulas "para cortarles las colas y las crines" y llevárselas ( 42). De ordinario, cuando apresaban algún blanco o in– dio de distinta parcialidad, los mataban al poco tiem– po. Así lo aseguran repetidos documentos. No obstante, se conoce el caso de un cautivo "español", que estuvo en poder de los motilones por mucho tiempo basta que fue libertado por Sebastián Guillén en 1773. Dicho (41) A.N .C., Miscelánea de Empleados Públicos, t. 14, !. 998 ss. (42) A.N.C ., Caciques e Indios, t. 155, f. 877.
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