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68 P. ANTONIO DE ALCACER para con otros, sino también entre los individuos de un mismo gru¡¡o. En esto se echa de ver el alto concepto que el motilón posee de la paz; de tal forma que si lucha contra el blanco es por estricta necesidad, para defenderse de ataques o para recuperar las posesiones perdidas a manos de los supuestos civilizados. Consecuencia de su poca animosidad y de su deseo de vivir en tranquilidad con todos, es el respeto que todo barí tiene de los bienes y objetos ajenos, de los mdividuos del mismo grupo o de grupos distintos. Ja– más se tomará la libertad de quitar lo ajeno. En cam– bio, para su enemigos, para el blanco, no hay tal res– peto: está permitido robarle y matarle si fuere necesa– rio para el bien de la comunidad. Lo que más acos– tumbran robar de las haciendas circunvecinas es sal, ollas, machetes y cables eléctricos. Estos los utilizan para hacerse collares y para ponérselos en la cintura como sostén del guayuco o simplemente como adorno. Para el motilón es bueno todo cuanto está confor– me con su mentalidad y con sus tradiciones o costum– bres seculares. Hay que obrar siempre de acuerdo a las mismas. Si se quebranta alguna de estas tácitas insti– tuciones, el sujeto está obrando en contra de todo el grupo, y merece, por tanto, un fuerte castigo. Este se aplica públicamente, para escarmiento de los demás y reparación del posible daño moral a la comunidad. MATRIMONIO El matrimonio en cualquiera de sus formas es una mstitución universal. Para los motilones, como para la mayor parte de los pueblos primitivos, el matrimonio no es primordial– mente un medio de satisfacer sus instintos sexuales, cosa que pueden lograr tanto el hombre como la mu-
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