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64 P. ANTONIO DE ALCACER ampliamente. En sus ocupaciones suelen ser senos. Por la noche, en el bohío, suelen estar más alegres. No obs– tante, juegos en el propio sentido de la palabra, no se dan entre los mayores. Otra cosa es el mundo de los niños. Apenas pue– den caminar se dedican a correr tras de las maripo– sas; cuando ya sus manecitas tienen fuerzas suficientes, hacen sus primeros ensayo_s de flechas y arcos rucli– mentarios; con ellos se dedican a ejercitar la puntería sobre diversos objetos, todo con espíritu, diríamos, deportivo, como juego recreativo. Pasan los años y cada vez se les restringe más y más esta actividad in– fantil, a tiempo que se les va introduciendo en las labores propia_s de los adultos. Primero servirán de ayu– da en el hogar a sus madres, y, luego, si son varones acompañarán a sus padres en la caza o en la pesca; y si son niñas, se dedicarán a aprender los oficios pro– pios de su sexo. BELLAS ARTES Pocos pueblos primitivos podremos encon trar en los que el sentido artístico esté menos desarrollado que en el motilón. Para extrañeza de cuantos los visitan y estudian , los motilones carecen casi por completo de toda clase de manifestaciones artísticas : grabados, dibujos, bordados. . . Igualmente, no tienen ni escul– tura ni pintura ni cerámica: los pocos cacharros que antes elaboraban, si bien en forma muy ruclimentaria, los han reemplazado al presente por ollas metálicas sustraídas de las fincas vecinas. Como arte decorativo meramente formal podemos citar la elaboración de flechas, especialmente por la disposición particular del hilo que une la caña con la
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