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86 P. ANTONIO DE ALCACER El cuidado de la madre para con el recien nacido es esmerado, dentro de lo que cabe en una cultura pri– mitiva y tan carente de recursos. Esto último se com– prenderá si se tiene en cuenta que los motilones des– conocen el uso de pañales, no emplean cunas y ni si– quiera practican las normas más elementales de higiene para con los infantes. De ahí que la madre, para evitar posibles contagios, haya tomado la costumbre, que casi se ha convertido en ley instintiva, de cargar permanen– temente a su recién nacido, hasta cuando realiza labores manuales dentro y fuera de la choza. Ya desde pequeño se va introduciendo al niño en los usos y costumbres de 1a parcialidad. No se trata de una asimilación meramente receptiva, sino de una constan– te preocupación de los padres porque el hijo se eduque de conformidad con las ·tradiciones . "Los mayores de edad dan la Ley a los jóvenes -decía Guillén en 1772- ilustrándolos con la narrativa de sus hazañas y tragedias de tiempo inmemorial, cuyas historias tienen archivadas en la biblioteca de la memoria" ( 46). Durante los primeros meses el cuidado del infante corre exclusivamente por cuenta de la madre. Su amor e instintos maternales están muy desarrollados. Prácticamente es la única defensa que tiene el niño. El período de lactancia es largo e intenso. Siempre que el niño manifiesta deseos de alimentarse es satisfecha de inmediato su ansia . El destete se produce general– mente al año y medio del nacimiento, aunque a veces, cuando llega antes otro vástago, se acelera este proceso y viceversa. La madre carga materialmente con el hijo por todas partes durante el período de lactancia; unas veces en el regazo, otras al hombro y en ocasiones, en la cadera. (46) A.N.C., Milicias y Marina, t. 121, r. '30-150.

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