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otra que la levantada por el P. Juan de Bolívar) para albergue pro– visional de las monjas. Y que advierta a los vecinos de Ma1iano Acosta que tanto la casa de los misioneros como la iglesia parroquial son "obra de urgente necesidad y de trascendental importancia". Gracias a las importunaciones del P. Bernardino de San Isidro, amparadas por el obispo Mosquera, prometió el gobierno enlazar tele– fónicamente Mariano Acosta con Ibarra y con el resto de la nación. Termina su carta el prelado con encendidos elogios por la labor de los capuchinos en su diócesis, "desde el momento en que Dios nuestro Señor fue servido abrirles de nuevo las puertas de nuestra patria, que levantará un monumento de gratitud imperecedera a los hijos e hijas de Francisco de Asís, ya que se aprestan a continuar con ardor la obra gigantesca iniciada un día bajo los auspicios del inmortal GARCIA MORENO" (25). Como era de presumirse, trascendieron al público los planes de aquellos capuchinos que, bajo la bizna del interés patrio, ocultaban el escuezno trascendente de la formación cristiana. Desde el año 1934 se hosp edaba uno u otro misionero en la incomodidad de una barraca, por atender a los moradores de Mariano Acosta. Un corresponsal de !barra, al ponderar la obra que venían realizando los capuchinos en aquella zona, ponía de relieve que "en su afán de ayudar a la patria, han en– focado gran parte de sus actividades a la obra de defensa del territo1io nacional en el Oriente", cuya puerta debía ser la misión allí establecida. Merced a ella, "los habitantes de las poblaciones se mueven para ir a explorar y explotar los terrenos de aquella región, que podemos cali– ficarla de ubérrima en todas sus secciones". Y desde ella habrá de pro– yectarse la expansión hasta el puerto de Rocafuerte, en donde montan guardia los defensores del tenitorio patrio. "Apoya el Gobierno decididamente la labor de los Capuchinos en Mariano Acosta y en particular el Sr. Coronel Don Joaquín Samaniego, Director de Oriente. "Si querer1os conservar la integridad nacional, debemos favorecer las Misiones, c,ue, dando voces de aliento a nuestros militares, son las verdaderas avrnzadas de la patria" ( 26). Signo del buen cariz que estaban tomando las fatigas misioneras en Ecuador, aun cuando el sudor no fuera precisamente de estirpe ecuato- 1iana, puede ser igualmente aquel telegrama que dirigió don Francisco Gallegos, t eniente general de estado mayor, jefe del 4o. departamento, al director de estudios de !barra: "Agradeceré informarme razones tiene Vd. para clausurar escuela Mariano Acosta, regentada por Padres Capu- 91

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