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. (quizá pruebas) de que la comunidad capuchina de Tulcán estaba entre los proscritos. Cuando se reclamó la propiedad de la casa y la iglesia, objetaban personas de clero y pueblo interesadas en usufructuar ambos inmuebles, que los capuchinos habían perdido todo derecho por abandono volunta– rio. A que respondió el P. Clemente que en eso no decían verdad. Y presentó un testimonio, que parece fidedigno. Escribió desde !barra, 1 de septiembre de 1945, al Sr. D. Manuel Rasero Arellano, sobrino del que fuera jefe militar del Carchi cuando el extrañamiento de los religio– sos. En su respuesta, desde Ipiales 17 de septiembre de 1945, puntúa: "El dato que me solicita... tuvo lugar así. "Un día martes, cuya fecha no recuerdo, del año 1896 del mes de marzo, por mandato de mi padre Sr. Ramón Rasero, fui a Tulcán con el objeto de traerle el correo que le venía de Quito. Cuando estaba parlamentando con su tío, D. Nicanor Arellano, jefe militar del Carchi, llegó un telegrama, cuya lectura le causó im– presión: "!barra marzo de 1896. General Nicanor Arellano. Tulcán. Por orden del Excmo. Sr. Presidente, cuyo telegrama lo recibimos anoche, le comunico que se ha ordenado la expulsión de los capuchinos a Colombia. Esta noche serán expulsados los de aquí por la quebrada Moras, con escolta, para entregarlos a la escolta del mando del capitán Celestino Acosta. Haga Ud. lo mismo esta misma noche. General Franco" (12). Aun dando de barato la autenticidad del telegrama precedente, no consta que el jefe militar del Carchi llegara a intimarles orden alguna; sino que los mismos frailes, al enterarse de la suerte de sus hermanos de !barra, "teniendo en cuenta el inminente peligro que corrían, dada la excitación del pueblo y la inquina de los militares... salieron de Tulcán". Inició la desbandada el padre guardián (Ignacio de Cuenca) que era ecuatoriano. Y quedaron, contra la presunción de abandono , fray Pacífico de Estella y fray Rafael de !barra (13). Al día siguiente, dícese que por aquel gesto provocativo, obligaron a los dos salvaguardas a dejar el convento, con fuertes protestas del oficial por la marcha voluntaria de los otros frailes y con no menos enérgicos reproches de ambos hermanos legos por el atropello que con ellos se cometía. El 26 de marzo telegrafiaba desde Ipiales fray Pacífico al Padre Villava, en Túquerres: "Estamos aquí expulsados sin novedad: Con- 69
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