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Para finales de noviembre estaban de regreso en Pasto; y el 2 de diciembre hacían su entrada en Túquerres bajo arcos florales y entre aclamaciones del pueblo, discursos de bienvenida y marchas triunfales de la banda municipal. El día 5 se i-eintegraba al convento de T\Llcán, en donde nuevamente se le confiaba la cátedra de teología para el curso 1894. Alternaba sus lecciones magistrales con la predicación de orador eminente. El fue uno de los más fogueados y principales foguea.dores durante los 35 días de misión con que estrenó el nuevo año la vecindad de Pasto. Desde mayo a octubre se misionaron 16 pueblos del Carchi y de Imbabura, con éxito halagador (7). En cumplimiento de lo ordenado por el decreto de erección de las nuevas custodias, la provincia de la Santísima Madre de Dios envía al Ecuador el cupo establecido: un padre, Luis de Valdilecha, dos estu– diantes, fray Teófilo de Abárzuza y fray Antonio de Morentin; y dos hermanos, fray Félix de Eraul y fray Crescencio de Cirauqui, que participaron en las heroicas y fructíferas jornadas misionales de la cuenca del Atrato, desde el Chocó al golfo de Urabá, y desde julio de 1895 al mes de abril de 1898, en que el roble fray Félix hubo de regresar a Túquerres, roto por la fatiga y consumido por las fiebres (8). En Tulcán explicaba lecciones de teología el P. Angel de Villa.va a los estudiantes padre Guillermo de Morentin, fray Severiano de Adiós, fray Joaquín de Pamplona, fray José de Ucé, fray Teófilo de Abárzuza, fray Antera de Morentin y a los ecuatorianos fray Mariano, fray Lucas y fray Matías de Ibarra. La escuela seráfica, que venía funcionando desde 1888 se cerró aquel año de 1894, cuando los cuatro últimos colegiales pasaron al noviciado. Fue su director más calificado el P. Alfonso María de Ager, que le dio su estructura disciplinar y académica, a tono con lo que se estilaba en centros similares de la Península. Patrono, San Lorenzo de Brindis, primer canonizado por León XIII. De los muchachos que pasaron por sus aulas, siete ecuatorianos y diez colombianos alcanzaron el sacerdocio; de aquéllos, los padres Segismundo de Tulcán, Mariano de Ibarra, Pablo, Justo y Clemente de T\ilcán, Jacinto de Quito y Bernardino de San Isidro (PBP, 244). La prudencia parecía decantarse por la vertiente norte a ultra– puertos. Si triunfaba, como era de presumirse, la revolución galopante, Colombia podría brindar un buen refugio. De al1í la diferente respuesta a los diversos requerimientos de nuevas fundaciones. 54
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