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En la distribución de familias que siguió al capítulo viceprovincial de marzo del 70, queda Jesús de Fuenterrabía incardinado a la de !barra; pero se le autoriza a residir en el Chota. Han pensado sus choteños que el padrecito necesita ducharse para soportar los calores; y le han instalado en lo alto de la casucha un bidón de los más capaces. De "Adveniat" ha conseguido Mons. Silvio Baro una ambulancia Volkswagen para servicio de la misión. La colecta del domingo, para el chofer; pero se ahorran al padrecito los 17 kmts. de peatón. Gran espaldarazo el día 10 de agosto de 1971: visita de los 25 capitulares del primer consejo plenario de la orden (I CPO). El padre general entrega 1.000 dólares al P. Jesús para enjugar las deudas de la fábrica de Carpuela y le promete recabar de Suiza otros 25.000, si les convence el plan de viviendas y la fábrica de Carpuela no se va al tacho, como se fue. Y con ella, los 25.000 dólares, que ya nunca llegaron. Pero el padre general, Rvmo. Pascual Rywalski, quedó tan prendado, que, desde Roma comunicó al viceprovincial Santiago Ramírez su simpatía por aquel género de apostolado y su aprobación a la obra pastoral entre , -los negros de Carpuela (mención expresa) y demás poblados de aquel enclave (125 ). Desde el mes de marzo de 1972 le acompañan un fray Víctor Suntaxi y un aspirante a clérigo capuchino, Luis Alberto Willians, universitario brillante. Ambos se ganaron la admiración de la revista "Fraternidad", por colaboradores denodados, "volcados a la tarea de evangelizar y promocionar a los morenos del valle, en actitud de servicio y vida de pobres. Con una vida fraterna que en sus primeros pasos ha encontrado espontáneamente los cauces de la oración comunitaria, planificación y revisión del trabajo en equipo" (126). No es de extrañar que Jesús de Fuenterrabía los trajera colgados de sus ideales, aun sin pretenderlo. Y uno de esos ideales era y es el de la justa distribución de la tierra. Y una noche, del 30 de abril al primero de mayo de 1972, en que Amunárriz se hallaba ausente, Víctor Suntaxi y Luis Alberto Willians, acaudillando a un buen grupo de vecinos armados de aperos y de garroteros, invadieron la hacienda de Irumina, en Ambuquí. Les traía enojados que todas las gestiones de su P. Jesús no hubieran bastado a arrancar la firma de una venta que estaba ya apalabrada. Dieron aviso los dueños a las autoridades del orden y de la Orden. Antes del alba se habían presentado en Ambuquí el viceprovincial Santiago Ramírez con Félix Espoz y un piquete de soldados con su oficial. Afortunadamente no hubo disparos ni en salvas, porque los dos capuchinos, que les habían precedido, lograron convencer a los 527

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