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Estanislao de Vidaurreta. Por la fiesta de San Francisco, las señoritas profesoras preparan un festival con proclamación de reina de la escuela. Por el mes de enero dé 1959 llega de Quito fray Lorenzo de'Arraiz que, con la ayuda de fray Gabriel de Ecbauri, monta sobre cemento armado el nuevo motor ·con su dínamo correspondiente: espléndor de la iglesia y de la casa, ale•gría-litúrgica; reuniones vespertinas de catequesis, horas posibles de estudio. . . hasta que el 26 de septiembre ardían capilla y convento, de donde apenas pudieron rescatarse el sacramento eucarístico y la cocina económica. ·Acudió el pueblo entero; pero sus medios de extinción apenas alcanzaban hi a los del famoso "incendio del borgo ", inmortalizado por Rafael. ¿Fue la causa del desastre una de las "candelicas del altar" puestas .por las devotas o un cortocircuito? A los dos días de la catástrofe se presenta ante las autoridades religiosas y políticas de la capital, con 60 comisionados, el superior eventual y ecónomo, Apolinar de Tafalla. Desde que el año 56 se retiró el P. Aspurz a Tulcán por sus dolencias, habían sucedido en el cargo Eusebio de Iturgoyen, Estanislao de Vidaurreta con su coadjutor Cándido Miquélez (abril-junio de 1958), al que sustituye Apolinar de Tafalla; y Gabriel de Azqueta, que permanece como superior y párroco desde enero de 1959 hasta el día del incendio. Testimonio firmado de todos ellos en los libros parroquiales de Gualea. En tanto llega Nemesio de los Arcos, ejerce Apolinru: de Tafalla – todas las funciones de gobierno y de culto. Cuatro meses aguantó Nemesio su nuevo destino; tres de ellos, alojado de limosna con la familia del señor Neftalí Flores, que cedió tres habitaciones a costa de quedarse alTinconado con su familia. Ni agua corriente, ni luz, ni sanitarios. Horario, el de su generoso anfitrión. Iglesia apartada, con gran incómodo los días de lluvia, a riesgo de hundirse en el barro. En una de las cortas visitas que le hizo el custodio Serafín de Lezáun amenazó al pueblo con levantar los reales y regresar a Quito definitivamente, como no se resolviera inmediatamente aquella situación incómoda para el dueño y para sus huéspedes. Hubo otro señor, un tal Vallejo, honrado y desprendido como nuestro amigo Neftalí (Padre Apolinar guarda grato recuerdo), que .l(;!s brindó una casita independiente, de madera y tapial, tan pequeña que en las habita– ciones, separadas por tablas sin cepillar, apenas cabían cama y tabmete. La planta baja, distribuída por mitad entre el espacio destinado a capilla, sacristía y despacho parroquial; y el cuartucho que hace de cocina, comedor, despensa y otros etcéteras (si es que caben). Domingos y días festivos, misa en la escuela de niños. Enero y febrero, -como el caracol, sin poder abandonar la casucha; y cuando el temporal no espanta, 491

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