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Insiste meses adelante en la misma solicitud, por considerar menos conforme con nuestro espíritu religioso, de vida comunitaria, el servicio de Mariano Acosta. A que responde Mons. Silvio Haro que procure aplazar la retirada del padre capuchino, "por la magnífica defensa contra el protestantismo" que viene desarrollando en la parroquia de Quiroga (25 ). Por orden verbal del vicario general de !barra tiene que abandonar Matías de Caranqui la parroquia de Mariano Acosta; tres días después, 11 de noviembre de 1955, es nombrado el sacerdote secular, doctor Flores, al que se hace entrega oficial inmediata del cargo (26). En informe particular culpa Nemesio al de Caranqui, de abandono; porque la casa cural era de la Orden; y "ni el obispo ni nadie nos podía obligar a dejar nuestro convento". Pero aquí del conflicto y pleitos con la curia diocesana, empeñada en arrumbar con todo; y aquí de las pruebas y contrapruebas testüicales, que por falta de escritura notarial a favor de la custodia, dejaron tan malparados nuestros presuntos derechos solariegos. Hasta el año 1964 no se resolvió la contienda. Tanto monta, monta tanto el testimonio de un indio como el de un gitano. Cuando en 1954 se propuso el custodio Langarica asentar debida– mente en el registro de propiedad los bienes que pertenecieran a la Orden en Mariano Acosta, informóle su párroco o cuasi párroco, Nemesio de los Arcos, que podían contarse como fincas de la Orden las siguientes: dos potreros, uno de dos cuadras y otro de una, "donde guardo mis caballos"; en el punto denominado Palmira, cinco cuadras de monte, no cultivable, a 3.000 metros s. n. m., posesión que, según declara en otro informe, comprende 10 hectáreas, compradas por el P. Bernardino de San Isidro, que entregó la mitad a las misioneras franciscanas de la Inmaculada; en Nueva América, a unas dos horas y media de camino de la casa cural, sin medios de comunicación, ni trochas ni vericuetos, unas 200 hectáreas resto de las 500 que legó su dueño, el indio Juan Manuel Terán, en cuya choza se hospedaron los primeros capuchinos llegados a Mariano Acosta; sus herederos forzosos habían invadido la finca, repartido en lotes y vendido una parte; desde 1949 se había incoado proceso por aquel despojo arbitrario e injusto (27). No acierto a concordar los datos precedentes con los que en 1952 remitió al P. Ruperto de Arizaleta: una finca, de 14 hectáreas, regalo de don Manuel Terán al P. Clemente de T. abundante en agua, vegetación y madera, llana en su mayor parte; un potrero de cuadra de extensión, regalo de María Antonia Farinango, difunta; otro, en el mismo mirador, 474
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