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B) MARIANO ACOSTA "Región de páramos, quebradas y o selvas, como la de Nueva América, en que aún rugen leones y otras fieras; inexploradas tierras, aunque no distan 50 kmts. de !barra" (13). Otra fundación que, como la de lntag, parece haber cumplido su hado. El informe, que tras de su visita canónica, envía el custodio Santos de Egüés en marzo de 1955, muestra el talante de acta de defunción. Cierto que financieramente goza de cierta holgura; y si se explotasen las tierras que posee la Orden rayaría en la superabundancia. Respecto de su índole de cuasi parroquia misional se califica de simple ficción jurídica. Las propiedades rústicas, o mal escrituradas o puestas a nombre del difunto P. Bernardino de San Isidro o del P. Clemente de Tulcán: un laberinto. Y el capuchino que hace de párroco, siente el agobio de la soledad y hasta el de la holgazanería; pues, si se exceptúa sábados y domingos y días festivos, nada le depara el resto del año, sino horas de estudio y de trabajos manuales (14). Cuando tan pesimista se mostraba el custodio Langarica, ejercía el servicio parroquial de Mariano Acosta el P. Matías de Caranqui. No habrá quizá provocado juicio tan desfavorable sobre monotonía y aburrimiento su predecesor, Nemesio de los Arcos, que se había mantenido en las mismas lides durante más de tres años, desde el 10 de abril de 1951 al 24 de octubre de 1954. Cuando sus frecuentes cabalga– das (120 en .término de solo un año) para asistir a los enfermos y visitar su dispersa feligresía, le consentían horas de hogar, el arreglo de la casa, "saqueada, desnuda y a punto de derrumbarse" se las robaba. Hizo gastos en dotarla de habitaciones, sanitarios y luz eléctrica, por más de 4.000 sucres (15). Y todo realizado "sin contribución alguna del pueblo". Cosecha su cebada en el potrero Mirador y recibe como primicias una fanega de trigo con algo de maíz, más 12 de cebada, cuyo almacenamiento y comercialización le dan entretenimiento en ratos perdidos. Y aún le queda humor para empuñar la azada y la pala, y cultivar el huerto. Por lo demás llegó a convencerse, luego de unas jornadas misionales, cuyo éxito inmediato se le hizo palpable, que quien fuese destinado a vivir entre aquellas gentes, tendría que permanecer al menos 10 años, para que la semilla evangélica fructificase sin cesar. Sintióse un tanto desazonado por la inconsistencia jurídica de su situación; porque la erección de ''cuasi parroquia misional'', que alegaba 471

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