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les hace encontradizo, en el puerto, el P. Llevaneras con otros dos sacerdotes, uno de ellos ecuatoriano. Embarcan el día 26 a las once de la mañana en un vaporcito que les conduce al "San Lorenzo", que endereza proa hacia el puerto de Colón. "El P. Joaquín nos pro– porcionó sillas, libritos y algunas cositas para el viaje", que, por eso de las sillas, pudieron hacerlo en cubierta y no en la bodega. " Todos los demás gastos corrían por cuenta del Dr. Rubianes, enviado del Ilmo. Sr. Schumacher". Sin restar celo apostólico al superior mayor de la provincia capu– china de España, Rvmo. P. Joaquín de Llevaneras , creo que algo tiene que ver el destino, a la provincia de Esmeraldas, de un tan calificado profesor como el P. Angel de Villava, con el talante disciplinar del fundador del colegio de Lecároz. El día 15 de abril de aquel año de 1888 había estado presente en la bendición y asentamiento de su primera piedra y h abía dado a enten– der que, para escuela seráfica, se le antojaban demasiado grandiosos los planos. Sea por esto, sea porque se resistió meses antes a que los estu– diantes filósofos de Pamplona se confesaran obligatoriamente con él (contra el dictamen del P. Llevaneras) "o porque no le mostré una carta que recibí de su hermano P. Calasanz o sea por otras causas, noté que el Rvmo. P. Provincial estaba disgustado comnigo". Por el mes de mayo se supo "que el Rvmo. P. Joaquín había determinado dividir mi curso de Teología, enviando a Monte Hano los mejores estudiantes y mandándome a m í con los restantes al Convento de Arenys de Mar". Y el día 13 de junio salía de Pamplona el P. Angel de Villava con 19 coristas, la mayor parte del primer curso de teología, camino de Arenys, adonde llegaban el día 15 de dicho mes. Allí continuó sus clases de teología moral "con provecho de los estudiantes que se aplica– ron mucho". Y allí recibió la orden directa de viajar a Fuenterrabía, sin barruntos de su nuevo destino , a fin de que ni su guardián y primer definidor inter;:,usieran objeción alguna. El 7 de ;eptiembre anclaba el barco en la isla de Guadalupe; el 16, desembarcó en el puerto de Colón (16). En Panamá fueron testigos de los vómitos de sangre y del fallecimiento del comisario general de Ecuador, P. Bartolomé de Savellá, que, a su paso por San Buenaventura había contraído la fiebre amaiilla. Por indicación del P. Llevaneras le había convocado a Roma el Rvmo. P. Andermatt pai·a concertar las rela– ciones del comisariato ecuatoriano con la provincia capuchina de España Murió el día 19 de septiembre. Llanto en las fraternidades de Ecuador 45
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