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afortunado porque cuenta con alguien (un padre capuchino) que día y noche está a disposición de los fieles en la administración de sacramentos. Aunque para mediados del mes de febrero de 1956 se confiesa Gregorio agotado y deshecho de nervios (lo que ratifica Apolinar), toma parte en la misión general de Quito; y a su regreso (18 de marzo) comparte con Apolinar tandas de ejercicios para caballeros, señoras y señoritas en La Merced, con éxito asombroso. Eran las primeras que se predicaban en Portoviejo. Y en la misma parroquia, también por vez primera y con no menor asombro de la feligresía, canto de la Pasión por B. San Martín (cronista), Gregario Ros (Jesucristo) y Juan Fischer (sinagoga). Trabajo abrumador en ambas catedrales durante la semana santa. Y renganche de predicación (homilías, triduos, novenas, quinarios, XL Horas, panegíricos de santos) en Portoviejo, Calceta, Riochico, Stella Maris de Manta, Rocafuerte y hasta en Santa Ana, cuando las fiestas patronales. Se les incorpora, el día 31 de julio, fray Matías de Caranqui, que a sus misas cantadas y predicaciones acumula la misión custodia! de reclutar vocaciones para el seminario seráfico de !barra. Ambiente religioso analfabeto, en unos por su total incultura y en otros por su materialismo marxista. Escasez angustiosa de clero. En Montechristi, un sacerdote yugoeslavo, Emilio Palcic, enfermo y accidentado, tiene a su cargo, en el núcleo urbano, 3.000 feligreses; y por zona dispersa, a más de 20 kmts. de distancia, en recovecos ,defendidos por la selva, más de -20.000 almas (11). Como Gregorio Ros no puede implantar, por falta de medios, una escuela de religión y de filosofía, se lanza a difundir sus convicciones morales, más que su credo religioso, en una serie de artículos que publica en el "Diario Manabita" con el título de La raíz del mal: la inmoralidad, el libertinaje, los crímenes de Portoviejo, consecuencia de su ignorancia religiosa, de su falta de fe en Dios, en el alma y en los novísimos. Desde los diarios "La Provincia" y "El Popular" se entabla una polémica sin estridencias con los periodistas "Freddy" y "Archivero de Indias"; éste último se esfuma en el silencio arcano tras su única intervención, sin réplica a las observaciones que le formula Gregorio (12). En otra serie, más serena, porque nadie pone objeciones, va comentando páginas evangélicas de los domingos del año. Desde 1956 al mes de marzo de 1957 había ya publicado el P. Gregario 110 colaboraciones de información apologética y homilética (13). 404

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