BCCCAP000000000000000000000207

expiró", apagón general, estruendo horrísono de escopetería en salvas, ilurrúnación del sol y de la luna, calma y silencio funeral. El mismo predicador u otro pasa a describir cómo desclavan a Nuestro Señor, lo dejan en los brazos de su Madre y lo depositan en el sepulcro. Los llamados "santos varones", vestidos de largas túnicas encapuchadas, van escenificando, con un realismo y emoción que ni José de Arimatea, el pasaje evangélico, entre un raudal de sollozos y de suspiros del público, que no arrancaría el más apasionado sermón. "La supresión del Monte causó la repulsa del pueblo" y aún causó mayor indignación la del Descendimiento. "Santos varones" hubo que amenazaron con pasarse al protestantismo y no pocos feligreses se retrajeron, como de negra apostasía. A los tres años, el nuevo párroco, Marino Goicoechea, repuso la vieja paraliturgia, con aplauso clamoroso del pueblo (22). Tampoco agradaba a los nuevos liturgistas aquella especie de superstición que mostraban los indios en su culto a los muertos. Familias había que pasaban todas las horas, aun las de comer y beber, desde el día uno al tres de noviembre, cabe la tumba de sus difuntos. Frecuentemente por combatir el desabrimiento, especialmente durante la velada nocturna, la jora llegaba a traicionarles. Responsos en la iglesia y en el cementerio, por clérigos y no clérigos (fray Alejo de Vidania y fray Gabriel de Echauri) con la colaboración de las Hermanas de la AMF. A que correspondían los indios, principalmente los de las haciendas, "con caravanas de cestos con huevos, pan, quesos, fruta y muñecos para cargar un tren" (23). Lucas de Iturmendi limitó sus responsos a esta última clientela (indios de las haciendas), por imposibilidad de apearlos de su tradición, de raíz genésica; al resto de la feligresía sin dificultad convención de la mayor eficacia del sacrificio eucarístico. Se mantuvieron por un tiempo las procesiones con sus cánticos, rezos, bandas de música, cohetería atronadora, arcos triunfales y castillos cargados de frutas, como homenaje popular a Nuestra Señora del Quinche, a Nuestra Señora de Aguasanta de Baños, al patrono San Sebastián. Bailes de indios enmascarados y vibrantes de cascabeles ante los altares (no menos de 16 hubo un año) en la festividad del Corpus. Los priostes, que cada año nombra el párroco y que aceptan los candidatos como honor y como deber inexcusable, se extreman en sus derroches de luces, flores, música y tracas. Priostes del Día de Ramos son los alcaldes indios del casco urbano y de las haciendas, que empeñarán la suya antes de renunciar á tan alto honor. 390

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz