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El segundo incidente, que no pasó a mayores por el respeto y cariño del vecindario a las dos fraternidades, fue el anuncio, hecho en septiembre de 1972: la escuela "Manabí" se cerraba, porque las misioneras AMF no disponían de personal. ¿No les habría causado desengaño la "matrícula reducida" del curso 71, que apunta el cronista de Pifo? El pueblo se siente defraudado. Nada valen sus comisiones a la Hna. Carmen Resino, al custodio S. Ramírez, al cardenal arzobispo Muñoz Vega. Nadie podrá convencerles que por falta de personal se les hiciera tan amarga faena. Cuando Mons. Langarica, prefecto del Aguarico, renuncia a la escuela vivienda AMF, se arriendan las aulas al colegio "Salazar Gómez'; "laico en grado superlativo" (marzo de 1973), se amplía la concesión del alquiler al piso superior por el precio simbólico de 500 sucres mensuales (octubre de 1975) y se rescata definitivamente a partir de 1978 (16). Apostolado.-- Concuerdan los cronistas en señalar ciertos obstáculos a su acción evangelizadora. La acción protestante, no tanto por su HCJB ("La Voz de los Andes") como por su dispensario, club, hospital y escuela de niños acreditada con toda justicia. Este adversario, no obstante, a juzgar por el informe de P. Marino Goicoechea, se va convirtiendo en aliado ecumenista: sus escolares acuden regularmente al catecismo de la parroquia y hacen su primera comunión. Dentro del área urbana, ni capillas ni oratorios, salvo la parroquia de "San Sebastián" (17). Enemigo más fiero, el profesorado del colegio de enseñanza básica "Salazar Gómez", casi frontero a la iglesia parroquial: ardua tarea la de catequizar a sus alumnos, cuyos padres muestran la indiferencia con– siguiente. A que se añade la frivolidad de la gente joven: los muchachos procuran desplazarse a la capital; y las muchachas aman tanto la alegría del vivir que desespera Matías de Torrano de alcanzar renovación cristiana mediante su apostolado con las misioneras AMF (18). En el medio rural prevalece el llamado elemento "indígena", esto es, indios y cholitos de craso analfabetismo, supersticiosos, indigentes, desmedidamente aficionados a la jora (chicha de maíz) y al aguardiente. "Y repugnancia del indio al blanco". Mientras un cronista califica ésas y otras flaquezas, de obstáculo infranqueable a una recristianización radical y genuina, otro, tal vez más misionero que el precedente, confía en ellos, pese a su herrumbre religiosa, por dóciles y sedientos del evangelio. Cuando la visita del obispo auxiliar Mons. Chiriboga, a Pifo, comentó el diario ·de Quito "El Comercio": que, según se decía, ninguno de los 3.500 indiecitos 388
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